A Sebald
Arrancamos,
arrancamos de los poetas.
Arrancamos
como espasmos
que
desalojan el cuerpo de una señora
ofuscada
por las noticias terribles
de
la propaganda,
o
de sus yernos alcohólicos
y
sus estadías en prisión, a escondidas,
o
de sus chryslers abollados, vendidos a precio
irrisorio
en el mercado limítrofe
de
la pobreza mundial.
Arrancamos,
arrancamos de la falta de dinero,
arrancamos
de la falta de amor,
del
odio, de la sabiduría hueca,
de
los neuróticos y especialmente
de
aquellos abducidos
por
naves ajenas al cosmos,
de
Chicago, pongamos
y
que fueron devueltos pensando
logaritmos
y ritmos artificiosos de mala práctica.
Arrancamos,
y sí, arrancamos, de la pútrida patria,
como
si fuera ella misma la torpe suicida
o
nosotros los cobardes que huyen a la Luna,
porque
aquí se ha vuelto todo insoportable.