No te imagines que una cosa "resultará" en verso sólo
porque es demasiado sonsa para ir en prosa.
No seas "mira-mira", deja eso para los escritores de lindos
ensayitos filosóficos.
Ezra Pound
Hay
una fórmula de monsieur Jourdain,
expresada por Barthes en un breve ensayo sobre lo que él denomina «escritura
poética»[1], que
postula lo siguiente:
Poesía
= Prosa + a + b + c
Prosa
= Poesía – a –b –c
Barthes
prosigue con un análisis comparativo en el que demuestra el quiebre entre la
anterior sentencia «clásica», y lo que vino a ocurrir luego de Rimbaud; esto es
que el «poetizar» —o sea, la poesía como atributo—
en la literatura moderna deja de tener sentido, pues se convierte en sustancia, y muy bien podría renunciar a
los signos, sin dejar de ser.
Hasta
ahí Barthes.
Me
parece que dicha crítica, a estas alturas, en un irreductible sentido
pragmático (oficio de escribir) está incompleta, y es más: no deja de ser
ambigua. ¿Cuáles serían, en fin, lo recursos del escritor?
a,
b y c son los recursos de la escritura, el ornamento; y más aún: el
paisaje, la materia, la vía por la que la Poesía se transporta. De otra manera:
el hueso se llena de hormigas como el papel de signos; el Hueso es la poesía; los signos, los atributos.
Podríamos
de tal modo invertir la fórmula de monsieur
Jourdain (hecho que —me extraña— Barthes no presentó; sino que lo dejó en el
aire, sin signos, como —de nuevo— la mismísima Poesía):
Poesía
= Prosa –a –b –c
Prosa
= Poesía + a + b + c
E,
incluso, ir más allá:
Prosa – Poesía = a + b + c
Es
decir, la prosa sin la Poesía no pasa a ser sino meramente una serie de
atributos.
Vayamos,
pues, de aquí a la historia.
Si
la prosa se tenía por el medio par
excellence para contar historias, ¿será que en la modernidad la historia se
acabó? ¿Podríamos, yendo más allá aún, pensar que la Historia terminó y que
estamos en una suerte de cosmos plagado de pulsiones y desvaríos? ¿Sería esto
un postulado postmoderno; un Lyotard, un Baudrillard, es decir, una Broma Infinita?
Mi
respuesta es no.
Mi
respuesta es: eso resultaría obsceno.
Un
rótulo de ese tipo muy bien parecería un prejuicio precipitado, como en los que
se envolvieron en torno al Angelus de
Benjamin. Ya se sabe: «el ángel de la Historia debe tener estas
características…»[2]
¡¡Pero
es que ese ángel no deja de ser ángel!! Sólo se constituye como tal —el ángel de la historia— por la
situación en la que se ve envuelto: a) vuelve su rostro hacia el pasado y
avanza irresistiblemente hacia el futuro, b) el pasado es un cúmulo de ruinas
(los que no han dejado de vencer) y el futuro, el progreso.
Ahora,
¿qué pasaría si al ángel de Klee lo sacamos de ese encadenamiento? Pues,
independiente de lo que ocurra, no dejará de ser ángel.
Si
experimentamos con la fórmula de Barthes, y por tanto a, b y c son los atributos del ángel, y la
prosa el medio técnico, la vía, por donde transita este ángel, es decir, la
Historia, obtendríamos lo que sigue:
Angelus Novus = Historia –a –b –c
El
Angelus es tal porque acompañado de
dichos atributos da con el concepto de Historia o, dicho de otro modo, la
Historia sin sus atributos se fundamenta en el núcleo irreductible del ángel y
su caminar—y si me apuran, digo que el Angelus
es Poesía, lo que, mire por donde se lo mire, es solamente así.
El
éxtasis benjaminiano a momentos impide una lectura específicamente materialista
de la cuestión. Por ende, si nos quedamos con que el Angelus es en efecto la Poesía, correríamos el riesgo de caer en el
reduccionismo clásico de que la poesía
es a la mística/religión, como, por
otro lado, la prosa a la razón/intelecto. Y es precisamente esta etereidad de la que abomino, pues el
ángel, más allá de su signo místico, existe y funciona, y por ende, es posible
observarlo. El Angelus en este
sentido es la mecánica del tiempo, en otros términos (y me gusta denominarlo de
este modo) se trataría de la memoria de lo real;
es decir, el hecho estrictamente acaecido, deshumanizado, fuera de todo tipo de
subjetividad.
No
olvidemos que el ángel es antropomorfo, pero no por ello es un humano. He allí la distancia que los separa, y en ello la
característica que lo mantiene fuera de la cognición humana. Así, no es
casualidad que haga esta vuelta de tuerca: como Lacan sostiene, el humano no
puede acceder a lo real. El Angelus sí.
Ahora,
se me viene en mente —hablando de atributos— Robert Musil, compatriota antónimo
de Benjamin. En este caso, ¿en qué consistiría El Hombre sin atributos? Vemos que casi sin quererlo Musil, por el
puro hecho de escribir sin pautas y epistemes, ha dado con la fórmula
materialista a toda esta cuestión:
Angelus
Novus = Hombre –a –b –c
O
Angelus Novus = Hombre sin atributos
Es
decir, el hombre, de carne y hueso, el signo bruto y doméstico, pero sin sus
atributos, dígase, subjetividad; es el ángel de la historia.
El
hombre despojado de su Yo es la
poesía.
El
hombre sin más es la sustancia que existe a través de la Historia.
Y
esto, mire por donde se lo mire, es solamente así.
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