Después
de años en Europa
Quiero
decir París, Saint-Tropez, Cap
St.
Pierre, Provence, Florencia, Siena,
Roma,
Capri, Ischia, San Sebastián,
Santillana
del Mar, Marbella,
Segovia,
Ávila, Santiago,
y tanto
y tanto
por no hablar de New York y
el del West Village con rastros
de muchachas estranguladas
de muchachas estranguladas
-quiero que me estrangule un
negro -dijo
-lo
que querés es que te viole -dije (¡oh Sigmund! con
vos
se acabaron los hombres del mercado matrimonial que frecuenté
en
las mejores playas de Europa)
y como soy tan inteligente que ya no sirvo
para nada,
y como he soñado tanto que ya no soy de este
mundo,
aquí estoy, entre las inocentes almas de la
sala 18,
persuadiéndome día a día
de que la sala, las almas puras y yo tenemos
sentido, tenemos destino,
-una señora originaria del más oscuro barrio
de un pueblo que no
figura
en el mapa dice:
-El
doctor me dijo que tengo problemas. Yo no sé. Yo Tengo algo
aquí
(se toca las tetas) y unas ganas de llorar que mama mía.
Nietzsche: "Esta noche tendré una madre o
dejaré de ser."
Strindberg: "El sol, madre, el sol."
P. Eluard: "Hay que pegar a la madre
mientras es joven."
Sí, señora, la madre es un animal carnívoro
que ama la vegetación
lujuriosa.
A la hora que la parió abre las piernas, ignorante del sentido
de
su posición destinada a dar a luz, a tierra, a fuego, a aire,
pero luego una quiere volver a entrar en
esa maldita concha,
después de haber intentado nacerse sola
sacando mi cabeza por mi
útero
(y como no puede, busco morir y entrar en
la pestilente guarida de
la
oculta ocultadora cuya función es ocultar)
hablo de la concha y hablo de la muerte,
todo es concha, yo he lamido conchas en
varios países y sólo sentí
orgullo
por mi virtuosismo -la mahtma gandhi del lengüeteo, la Ein-
stein
de la mineta, la Reich del lengüetazo, la Reik del abrirse camino
entre
pelos como de rabinos desaseados -¡oh el goce de la roña!
Ustedes, los mediquitos de la 18 son tiernos y hasta besan al leproso, pero
Ustedes, los mediquitos de la 18 son tiernos y hasta besan al leproso, pero
¿se casarían con el leproso?
Un instante de inmersión en lo bajo y en
lo oscuro,
sí de eso son capaces,
pero luego viene la vocecita que acompaña
a los jovencitos como
ustedes:
-¿Podrías hacer un chiste con todo esto,
no?
Y
sí,
aquí en el Pirovano
hay almas que NO SABEN
por qué recibieron la visita de las
desgracias.
Pretenden explicaciones lógicas los
pobres pobrecitos, quieren que
la sala -verdadera pocilga- esté muy limpia,
porque la roña les da terror,
y el desorden, y la soledad de los días habitados por antiguos fantasmas
emigrantes de las maravillosas e ilícitas pasiones de la infancia.
y el desorden, y la soledad de los días habitados por antiguos fantasmas
emigrantes de las maravillosas e ilícitas pasiones de la infancia.
Oh, he besado tantas pijas para
encontrarme de repente en una sala
llena de carne de prisión donde las mujeres
vienen y van hablando de
la mejoría.
Pero
¿qué cosa curar?
Y ¿por dónde empezar a curar?
Es verdad que la psicoterapia en su forma
exclusivamente verbal es
casi
tan bella como el suicidio.
Se habla.
Se amuebla el escenario vacío del silencio.
O, si hay silencio, éste se vuelve mensaje.
-¿Por qué está callada? ¿En qué piensa?
No pienso, al menos no ejecuto lo que llaman
pensar. Asisto al ina-
gotable
fluir del murmullo. A veces -casi siempre- estoy humeda. Soy
una
perra, a pesar de Hegel. Quisiera un tipo con una pija así y coger-
me
a mí y dármela hasta que acabe viendo curanderos (que sin duda
me
la chuparán) a fin de que me exorcisen y me procuren una buena
frigidez.
Húmeda.
Concha de corazón de criatura humana,
corazón que es un pequeño bebé inconsolable,
"como un niño de pecho he acallado mi
alma" (Salmo)
Ignoro
qué hago en la sala 18 salvo honrarla con mi presencia
prestigiosa
(si me quisiera un poquito me ayudarían a anularla)
oh no es que quiera coquetear con la muerte
yo quiero solamente poner fin a esta agonía
que se vuelve ridícula a
fuerza
de prolongarse,
(Ridículamente te han adornado para este
mundo -dice una voz
apiadada
de mí)
Y
Que te encuentres con vos misma -dijo.
Y yo dije:
Para reunirme con el migo de conmigo y ser
una sola y misma entidad
con él tengo que matar al migo para que así se muera el con y, de
con él tengo que matar al migo para que así se muera el con y, de
de
este modo, anulados los contrarios, la dialéctica supliciante finaliza en
la
fusión de los contrarios.
El suicidio determina
un cuchillo sin hoja
al que le falta el mango.
Entonces:
adiós sujeto y objeto,
todo se unifica como en otros tiempos, en el
jardín de los cuentos
para
niños lleno de arroyuelos de frescas aguas prenatales,
ese jardín es el centro del mundo, es el
lugar de la cita, es el espacio
vuelto
tiempo y el tiempo vuelto lugar, es el alto momento de la fusión
y
del encuentro,
fuera del espacio profano en donde el Bien
es sinónimo de evolución
de sociedades de consumo,
de sociedades de consumo,
y lejos de los enmierdantes simulacros de
medir el tiempo mediante
relojes, calendarios y demás objetos hostiles,
relojes, calendarios y demás objetos hostiles,
lejos
de las ciudades en las que se compran y se vende (oh, en ese jardín
para la niña que fui, la pálida alucinada de los suburbios malsanos
para la niña que fui, la pálida alucinada de los suburbios malsanos
por
los que erraba del brazo de las sombras: niña, mi querida niña que
no
has tenido madre (ni padre, es obvio)
De modo que arrastré mi culo hasta la sala
18,
en la que finjo creer que mi enfermedad de
lejanía, de separación
de
absoluta NO-ALIANZA con Ellos
-Ellos son todos y yo soy yo-
finjo, pues, que logro mejorar, finjo creer
a estos muchachos de
buena
voluntad (¡oh, los buenos sentimientos!) me podrán ayudar,
pero a veces -a menudo- los recontraputeo
desde mis sombras interiores
que estos mediquillitos jamás sabrán conocer (la profundidad,
que estos mediquillitos jamás sabrán conocer (la profundidad,
cuanto
más profunda, más indecible) y los puteo por que evoco a mi
amado
viejo, el Dr. Pichon R., tan hijo de puta como nunca lo será ninguno
de los mediquitos (tan buenos, hélas!) de esta sala,
de los mediquitos (tan buenos, hélas!) de esta sala,
pero mi viejo se me muere y éstos hablan y,
lo peor, éstos tienen
cuerpos
nuevos, sanos (maldita palabra) en tanto mi viejo agoniza en la
miseria por no haber sabido ser un mierda práctico, por haber afrontado
el terrible misterio que es la destrucción de un alma, por haber
miseria por no haber sabido ser un mierda práctico, por haber afrontado
el terrible misterio que es la destrucción de un alma, por haber
hurgado
en lo oculto como un pirata -no poco funesto pues las monedas
de oro del inconsciente llevaban carne de ahorcado, y en un recinto
lleno de espejos rotos y sal volcada-
de oro del inconsciente llevaban carne de ahorcado, y en un recinto
lleno de espejos rotos y sal volcada-
viejo remaldito, especie de aborto pestífero
de fantasmas sifilíticos,
cómo
te adoro en tu tortuosidad solamente parecida a la mía,
y cabe decir que siempre desconfié de tu
genio (no sos genial; sos
un
saqueador y un plagiario) y a la vez te confié,
oh, es a vos que mi tesoro fue confiado,
te quiero tanto que mataría a todos estos
médicos adolescentes para
darte
a beber de su sangre y que vos vivas un minuto, un siglo más,
(vos, yo, a quienes la vida no nos merece)
Sala 18
cuando pienso en laborterapia me arrancaría
los ojos en una casa en
ruinas
y me los comería pensando en mis años de escritura continua,
15 ó 20 horas escribiendo sin cesar, aguzada
por el demonio de las
analogías,
tratando de configurar mi atroz materia verbal errante,
porque -oh viejo hermoso Sigmund Freud- la
ciencia psicoanalítica
se olvidó la llave en algún lado:
se olvidó la llave en algún lado:
abrir se abre
pero ¿cómo cerrar la herida?
El alma sufre sin tregua, sin piedad, y los
malos médicos no restañan
la herida que supura.
El hombre está herido por una desgarradura que tal vez, o seguramente,
le ha causado la vida que nos dan.
la herida que supura.
El hombre está herido por una desgarradura que tal vez, o seguramente,
le ha causado la vida que nos dan.
"Cambiar la vida" (Marx)
"Cambiar el hombre" (Rimbaud)
Freud:
"La pequeña A. está embellecida por la
desobediencia", (Cartas...)
Freud: poeta trágico. Demasiado enamorado de
la poesía clásica.
Sin
duda, muchas claves las extrajo de "los filósofos de la naturaleza",
de
"los románticos alemanes" y, sobre todo, de mi amadísimo Lichtenberg,
el genial físico y matemático que escribía en su Diario cosas
el genial físico y matemático que escribía en su Diario cosas
como:
"Él le había puesto nombre a sus dos
pantuflas"
Algo solo estaba, ¿no?
(Oh, Lichtenberg, pequeño jorobado, yo te
hubiera amado!)
Y a Kierkegaard
Y a Dostoyevski
Y sobre todo a Kafka
a quien le paso lo que a mí, si bien él era
púdico y casto
-"¿Qué hice del don del sexo?" -y
yo soy una pajera como no existe
otra;
pero le pasó (a Kafka) lo que a mí:
se separó
fue demasiado lejos en la soledad
y supo -tuvo que saber-
que de allí no se vuelve
se alejo -me alejé-
no por desprecio (claro es que nuestro
orgullo es infernal)
sino porque una es extranjera
una es de otra parte,
ellos se casan,
procrean,
veranean,
tienen horarios,
no se asustan por la tenebrosa
ambigüedad del lenguaje
(no es lo mismo decir Buenas noches que decir
Buenas noches)
El lenguaje
-yo no puedo más,
alma mía, pequeña inexistente,
decidíte;
te la picás o te quedás,
pero no me toques así,
con pavura, con confusión,
o te vas o te la picás,
yo, por mi parte, no puedo más.
Extraído de "Poesía Completa", ed. Lumen, 2003
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