*
Se acercaba a mí queriendo consolarme,
y yo no dejaba de teclear y llorar,
como una insomne hechizada
por la necesidad de brotarme.
Rima, le dije cuando el rímel recorría
mi dedo índice y desembocaba
en el papel imantado. Ridícula mujer,
terminó de consolarme. Había escrito
un haikú tan largo que me vi en la obligación
de pegar las páginas. ¿Y quién sino una mujer
sangrando, como todas cada mes, para escribir
lamentos tan largos que se condensen
en gritos que duren la caída desde la azotea de un teatro,
o desde el puente que nos llevaría al Paraíso?
*
No tenía nada más que escribir,
me había bebido tres tazones de café,
por ello seguí. Seguí,
como lo hacen las sirenas que han encontrado
su buque, las húmedas plataformas
en las que se marea su amor. Las mujeres
se enamoran de los marinos porque al abandonar
la tierra, huyen de su mala doctrina. Ya no son hombres,
sino criaturas dadas al amor, tierno e inmisericordioso.
En cuanto a mí, no veo sino el agua correr de la tina,
mis pies descalzos, llenos de barro, y niños fuera jugando
a la pelota como quien hiciera negocios.
La luz emigrando,
la brisa de media tarde, y mi marinero en otro puerto,
mientras yo sólo quiero que ella toque mi puerta
y se acueste conmigo, y siga conmigo, hasta que el agua
nos llegue hasta el pecho.
me había bebido tres tazones de café,
por ello seguí. Seguí,
como lo hacen las sirenas que han encontrado
su buque, las húmedas plataformas
en las que se marea su amor. Las mujeres
se enamoran de los marinos porque al abandonar
la tierra, huyen de su mala doctrina. Ya no son hombres,
sino criaturas dadas al amor, tierno e inmisericordioso.
En cuanto a mí, no veo sino el agua correr de la tina,
mis pies descalzos, llenos de barro, y niños fuera jugando
a la pelota como quien hiciera negocios.
La luz emigrando,
la brisa de media tarde, y mi marinero en otro puerto,
mientras yo sólo quiero que ella toque mi puerta
y se acueste conmigo, y siga conmigo, hasta que el agua
nos llegue hasta el pecho.
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