En
un asado familiar, ya pasadas las horas intempestivas, en otras palabras,
cuando ya todos van ligeramente borrachos —tíos, primos, padres y hermanos—, un
muchacho —siempre menor a la media— saca su libretita del bolsillo y lee un
poema. Esta escena, provinciana, de alguna manera iridiscente, representa el
paisaje, o la música de fondo, de la poesía de Fabián Casas. Esto lo pienso
sinceramente, y creo que hasta una interpretación lingüístico-mística de su
apellido nos daría una razón de peso para creer en ello: la casa es su sitio,
no sólo material, sino de corazón y espíritu. Esto último es una tomadura de
pelo de mi parte, sin duda; ni que me obliguen a hacer interpretaciones
gestálticas del nombre. Pero, de cualquier forma, el tipo es de apellido Casas,
y pareciera que toda su poesía transcurre en una casa, y a través de los
acontecimientos que van adosados a ella como la piel: salir a botar la basura,
lavar la loza, trapear, cambiar los pañales, poner una ampolleta. Oriundo del
barrio de Boedo, a Casas dan más ganas de invitarle a jugar una pichanga, y
tomarse una pilsen, antes que a cabecearse con el infinito tema de la
belleza. Me contento con colgar en el blog unos cuantos poemas domésticos
de este escritor argentino, sacados de su poemario El Salmón, publicado por la maravillosa Mansalva.
Sin llaves y a oscuras
Era uno de esos días en que todo sale
bien.
Había limpiado la casa y escrito
dos o tres poemas que me gustaban.
No pedía más.
Entonces salí al pasillo para tirar la
basura
y detrás de mí, por una correntada,
la puerta se cerró.
Quedé sin llaves y a oscuras
sintiendo las voces de mis vecinos
a través de sus puertas.
Es transitorio, me dije;
pero así también podría ser la muerte:
un pasillo oscuro,
una puerta cerrada con la llave adentro
la basura en la mano.
Alarma
Durante la noche
suena la alarma de una fábrica
cercana a mi casa.
Mientras fumo,
me pregunto si será un error,
un robo
o algo exclusivo.
A mitad de la noche
Me levanto a mitad de la noche con mucha
sed.
Mi viejo duerme, mis hermanos duermen.
Estoy desnudo en el medio del patio
y tengo la sensación de que las cosas no
me reconocen.
Parece que detrás de mí nada hubiese
concluido.
Pero estoy otra vez en el lugar donde
nací.
El viaje del Salmón
en una época dura.
Pienso esto y abro la heladera:
un poco de luz desde las cosas
que se mantienen frías.
Improvisados
Estamos abrazados en una cama improvisada
en el piso.
Tus ojos están cerrados; pero no sé si
dormís.
Este es tu cuarto de soltera,
un lugar agradable, neutral.
Por la ventana suben los ruidos
de un día que empieza a moverse.
La ropa permanece arrugada, a un costado
ignorando la farsa de dar y recibir.
Un plástico transparente
Abrí la puerta y te estabas bañando.
Los vidrios empañados, el ruido del agua
detrás de las cortinas,
las cosas esenciales instaladas
fuera de la razón.
Me llamaste, acercaste la cara
y nos besamos a través del plástico
transparente: fue un instante.
Las parejas y las revistas literarias
duran casi siempre dos números.
Sin embargo, de a poco,
le fuimos ganado terreno al río:
días interminables en los que el caos
tomaba tu forma para envolverme mejor.
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