muchos frutos brotan de las rosas
del rosado de todas las rosas
de la rosa desplegada
la rosa del mundo
admite que las manzanas y las frutillas y los duraznos, las
peras y las moras
son todas rosáceas
efusión de rosa meridiano
la rosa de apertura fresca y sonrisa al cielo
¿y qué pasa entonces con la parra?
oh, la parra gacha
el nuestro es el universo de la rosa desplegada
lo meridiano
la revelación pura.
pero hace tanto, oh, hace tanto
antes de ser la rosa algo monumental.
antes del rosa de todas las rosas ―la rosa del mundo― era
tan sólo un brote.
antes que los glaciares se fundieran en estos mares y
vientos tempestuosos
o antes de que bajase la marea en el diluvio de noé,
había otro mundo, un mundo oscuro, sin flores y con
tentáculos
y criaturas tejidas y pantanosas
y en el margen, hombres prístinos de pies suaves,
quietos y sensibles, de una sensibilidad táctil,
auditiva y táctil, como un tallo en espiral que se orienta
y se extiende,
y alcanza y agarra por un instinto más delicado
que el que siente la luna por las mareas.
de qué mundo la parra era la rosa invisible,
antes de que los pétalos se desplegaran,
antes de que el color hiciera su explosión,
antes de que los ojos vieran demasiado.
en un mundo verde, fangoso,
con pies de tela, callado de sonido,
la parra era la rosa de todas las rosas.
no hay amapolas ni claveles,
apenas un lirio inmaduro, agua débil.
cetrino, tenue, fantasmal florecer de las parras;
pues en realidad gesticulan.
miren ahora, en este instante, cómo mantiene su poder de
invisibilidad
miren cuán negro, cuán azul oscuro, cuán enredada en esa
noche egipcia
se deja caer de entre sus hojas, miren cómo pendula esta
uva oscura.
verle allí, lo translúcido, tan palpable e invisible
¿a quién preguntaremos por ella?
el moreno podría saber algo.
cuando la parra floreció, los dioses eran de piel oscura.
baco era el sueño de un sueño.
alguna vez que dios fuera negro, como ahora es justo.
pero fue hace mucho que el viejo bosquimano
olvidó tanto como lo que nunca hemos sabido.
es que estamos a punto de volver a recordar,
lo cual, supongo, es porque américa se ha drenado.
nuestro día pálido se hunde en el crepúsculo,
y si tomamos vino, damos con sueños que nos abruman
fuera, en una inminente negación.
no, nos vemos cruzar la frontera perfumada de helechos
del mundo antes de la inundación, cuando el hombre estaba
oscuro y evasivo
y el fruto pequeño de la parra rosa de todas las rosas,
perfumado.
y todo en una comunión desnuda que se comunica
como nuestra visión aislada nunca pudo hacerlo.
vistas, mientras bebemos vino por avenidas oscuras.
la uva es translúcida, las avenidas oscuras y enroscadas,
como un gancho sutil.
pero nosotros, cuando empieza el despertar, nos aferramos
a estas perspectivas democráticas: bulevares, tranvías,
policías.
danos lo que es nuestro, vayamos a las fuentes de soda a
estar sobrios.
sobrio, frugal.
es como la agonía perversa de un niño bajo un sueño
profundo,
que lucha y lucha por mantenerse despierto;
sobrio, frugal, con los ojos pesados y bien abiertos.
oscuras son las avenidas del vino,
debemos cruzar sus contornos, aunque no lo hagamos.
del mundo perdido con aroma al helecho:
pon su semilla en nuestros labios,
cierra los ojos y ve por las avenidas
desplegadas del vino y del otro mundo.
.
trad: sebas 10
trad: sebas 10
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