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Era
el día siguiente a la escena histérica de Sylvia y fueron cero los comentarios
o alusiones en el desayuno. El gordo Matt se zampaba una sartén de huevos
revueltos con tocino, la madre se bebía una infusión de hierbas y un batido
proteico, y el padre, en mayor proporción, se bebía una cerveza y comía
hamburguesas con queso. Sylvia, por su parte, había pasado una noche rarísima,
y la película familiar ya le era inconsistente, carente de impacto. Con tal que
se metiera la comida en la boca no habría problemas, pues para los Applebaum lo
único extraño que podría hacer un ser humano era no comer. Para todo lo demás:
asesinatos, guerras, narcotráfico, Bill Clinton y los blow-job de Monica Lewinsky, eran parte natural de su paisaje. La
realidad misma.
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