martes, 14 de junio de 2016

TIME SQUARE LOBOTOMY





         Me he convertido en una especie de máquina de tiempo.
Estoy tocando lo que es un libro
fabricado antes de que yo naciera: 1987,
         ¿Quien vuela sobre el nido del cuco?
de Keasey, que es más conocido por su adaptación cinematográfica
en la que Jack Nicholson hace de criminal desubicadamente encerrado en un manicomio.
Año en que tal vez, no logro determinarlo con exactitud,
sí, se produjo mi azarosa concepción. Vamos, yo sé que hay algo
en este destello de luminosidad que trasciende el tiempo.
Hay algo, y no es brujería.
Es el mismísimo paso del tiempo deshaciéndose
en las manos: una mirada perdida,
un deseo de corroborar ciertas tesis que no han
sido demasiado sustanciales.           Los fantasmas, por ejemplo.
No sé nada acerca del tiempo, y si es que algunos físicos
dicen que no solamente nos determina, sino que también nos come;
pues yo ni me he enterado. 
Detrás de toda demostración
científica, hay un sacerdote en cuclillas rezando en voz baja plegarias para que se concreten los resultados magníficos del circo.
Un circo -cómo se diría- que se toma en serio, y que bien podría
denominarse: conciencia. ¡Nuestra conciencia
es un circo, y nuestro delirio una especie de ver de veras!;
ver como se ven los fluidos propagarse por tu cuerpo.
Dejémoslo así, creo que es demasiado hablar de tiempo
en un poema bajísimo, lejano de envidia, roto y podrido

en las orillas de una carretera que dicen se llama Tiempo.







miércoles, 1 de junio de 2016

ASESINO EN LA CARRETERA





En el prado crece la yerba 
[como los pendejos en el pubis de Isabel

Enrique Lihn





I

Vamos por la carretera,
de Pirque a Puente Alto. El conductor

va muy ebrio, y su mina, una mujer mayor,
va a su lado dormitando.

Veo entre ambos asientos el resplandor móvil
de las luces vinientes, quizás nos volquemos.



II

Veo
árboles deteriorados,
reptando desde la tierra al cielo.

Veo
una mujer
llorando
con un cigarrillo
paseando a su niño.

Veo un libro lleno
de estrellas sobre el capó,
una luz que escruta el continuo venir de los vehículos.

Veo una cueva, un leve río que se mueve en línea recta,
hacia las cloacas del poniente.



III

(Imagino que no existe la imaginación, quizás,
pues toda imagen retorna desde su prúrito de píxeles.)



IV

Ya en el vagón de vuelta a casa,
veo un niño que vende agua mineral
por los carros del metro. Tiento
a pensar que está solo