sábado, 17 de febrero de 2018

RESURRECCIÓN, SILENCIO Y OLEAJE/ 3 poemas de Muriel Rukeyser







Estos tres poemas fueron traducidos por Diana Belessi, cuya obra poética ha sido publicada en gran parte por la editorial Adriana Hidalgo, esa editorial que publica a la poesía argentina. Lo digo así de tan al tajo, porque sus deseos editoriales se abandonan precisamente a ello, a mostrar la poesía argentina: en ella apareció la poesía de Tamara Kamenzain, por ejemplo, "La novela de la poesía" , título interesante de analizar, aunque hacer esto fuera por puro hostigoso; la obra completa de Paco Urondo, de Juana Bignozzi, de Silvia Baron Superville; más mujeres que hombres, menos hombres que mujeres, qué lindo escuchar otra historia. A quien traduce es a la Rukeyser, cuya ponderación en la academia desconozco, pero que tiene algunas cosas traducidas, y que estos que samplea la Belessi le salen intensos, taquicárdicos, tanto más ferpectos que los propios poemas de la traductora.




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MITO



Mucho tiempo después, Edipo, viejo y ciego, recorrió los
caminos. Sintió un olor familiar.                    Era
la Esfinge.                   Edipo dijo, "Quiero hacer una pregunta.
¿Por qué no reconocí a mi madre?".               "Diste la
respuesta equivocada", dijo la Esfinge.                     "Era la
única respuesta acertada", respondió Edipo.                         "No",
                        dijo ella.
"Cuando pregunté qué camina en cuatro patas a la
                        mañana,
dos al mediodía y tres al ocaso, contestaste
el Hombre.                  No dijiste nada sobre la mujer."
"Cuando dices el hombre", replicó Edipo, "incluyes a las
mujeres también. Todos lo saben."                Ella dijo, "Eso es
lo que tú crees."





ORFEO


Cuando hablé de las mujeres danzando, salvajes,
fue una máscara,
en la montaña, a la caza de los dioses, cantando,
orgiásticas,
fue una máscara; cuando hablé del dios
fragmentado, exiliado de sí, su vida
el amor extraviado con el canto,
era yo, desgajada, sin habla, en exilio de mí.

No hay montaña, no hay dios, hay memoria
de mi vida desgarrada, yo misma desgajada en sueño, la
niña
rescatada de mi lado, entre médicos, y una palabra
salvadora desde los grandes ojos.

¡Basta de máscaras! ¡Basta de mitologías!

Ahora, por primera vez, el dios alza su mano,
los fragmentos en mí se unen con su propia música.




ESTA MAÑANA




Despierto esta mañana,
una mujer violenta en el violento día
riendo.
Tras la línea de la memoria
a lo largo del largo del cuerpo de tu vida
donde se mueven infancia, juventud, la vida del tacto,
ojos, labios, pecho, vientre, sexo, piernas,
contra las olas de la sábana.
Miro a través de la plantita
sobre el alféizar de la ciudad
hacia las altas torres como libros,
entrechocándose voraces,
el río centellea, fluye corroído,
el intrincado puerto y el mar, las guerras, la luna, los
planetas, todo lo que puebla el espacio
en el sol visible invisible.
Violetas africanas en la luz
palpitando en un universo palpitante. Quiero una paz
arraigada, y deleite,
las riquezas salvajes.
Quiero hacer mis poemas sensitivos:
encontrar mi mañana, encontrarte entero y
vivo moviéndote entre la gente anestesiada.

Te digo a través del aire:
hoy una vez más
intentaré no ser violenta
un día más
esta mañana, despertando sin cesar al mundo

en el día violento.

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