El endecasílabo: esa medida precisa que permite el canto y a su vez el contar, la transmisión de información. Forma que veo mucho más apegada a los cantares de gesta que a los altos cantos épicos, a lo Araucana y otro de esos textos "fundadores", por ejemplo. Pienso en Parra cuando demuestra la funcionalidad histórica del endecasílabo, como forma de recobrar un lenguaje primitivo, un lenguaje con temple divulgativo, la lengua de la tribu. El mester de juglaría ocurre por eso, la convicción pedagógica sobre la necesidad de transmisión de la palabra entre el público analfabeto. Se ve una métrica bastante democrática, al menos en sus orígenes, en la que juglares llevaban la historia de pueblo en pueblo, donde pretendían difundir los sucesos ya simbolizados en otros parajes, narrados de manera épica, sin embargo no impidiendo que ello anulase su contenido noticioso. Estos espectáculos se analogan con las proyecciones en cinetecas de barrio en los treintas o cuarentas donde se transmitían cada semana las noticias más importantes sobre lo ocurrido en el frente, por ejemplo, para la Segunda Guerra Mundial, o cosas por el estilo. Era un periodismo con una delicadeza, o lucidez por lo bello, que lo han convertido en arte, tal como lo que sucedió con los pocos cantares de gesta que se conservan hoy, compartidos de voz en voz hasta fijarse en un papel.
Una herramienta
cotidiana y bella: la palabra.
Creo que escribí
esto imaginando a un Ungaretti que camina por alguna calleja romana declamando
sus poemas oscuros y campesinos, metafísicos pero brutos; destacando en ellos
lo que Tomás Segovia, el poeta mexicano, decretó como los endecasílabos más límpidos
y perfectos desde Petrarca o Dante. Ungaretti, cuyo semillero se halla en
el período de entreguerras, donde los jóvenes intentaban a patadas desenmarcarse
del poeta rey D’Annunzio y su mesianismo protofascista, y un poco antes, cómo no, en plena
trinchera, donde escribió una de las poesías más frescas y vitales, como si sublimara
el horror de las circunstancias en esas palabras que configuraron la nueva
poesía europea; algo similar a lo que le ocurrió a Apollinaire cuando escribía
sus Caligramas en el frente.
El siguiente poema
es una versión de su volumen Sentimiento
del tiempo de 1933.
arbustos gráciles, ceño
de susurro escondido
un pálido rencor se arruina
un hombre, solo, pasa
con su espanto callado
¡cuenca luminosa,
que te acercas a las fauces del sol!
vuelves colmada de reflejos,
y encuentras gracioso
lo oscuro
tiempo, temblor fugitivo
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