martes, 16 de mayo de 2017

CASAS O DE LA POESÍA DOMÉSTICA/ 5 poemas de Fabián Casas

  

     En un asado familiar, ya pasadas las horas intempestivas, en otras palabras, cuando ya todos van ligeramente borrachos —tíos, primos, padres y hermanos—, un muchacho —siempre menor a la media— saca su libretita del bolsillo y lee un poema. Esta escena, provinciana, de alguna manera iridiscente, representa el paisaje, o la música de fondo, de la poesía de Fabián Casas. Esto lo pienso sinceramente, y creo que hasta una interpretación lingüístico-mística de su apellido nos daría una razón de peso para creer en ello: la casa es su sitio, no sólo material, sino de corazón y espíritu. Esto último es una tomadura de pelo de mi parte, sin duda; ni que me obliguen a hacer interpretaciones gestálticas del nombre. Pero, de cualquier forma, el tipo es de apellido Casas, y pareciera que toda su poesía transcurre en una casa, y a través de los acontecimientos que van adosados a ella como la piel: salir a botar la basura, lavar la loza, trapear, cambiar los pañales, poner una ampolleta. Oriundo del barrio de Boedo, a Casas dan más ganas de invitarle a jugar una pichanga, y tomarse una pilsen, antes que a cabecearse con el infinito tema de la belleza. Me contento con colgar en el blog unos cuantos poemas domésticos de este escritor argentino, sacados de su poemario El Salmón, publicado por la maravillosa Mansalva. 











Sin llaves y a oscuras

Era uno de esos días en que todo sale bien.
Había limpiado la casa y escrito
dos o tres poemas que me gustaban.
No pedía más.

Entonces salí al pasillo para tirar la basura
y detrás de mí, por una correntada,
la puerta se cerró.
Quedé sin llaves y a oscuras
sintiendo las voces de mis vecinos
a través de sus puertas.
Es transitorio, me dije;
pero así también podría ser la muerte:
un pasillo oscuro,
una puerta cerrada con la llave adentro
la basura en la mano.




Alarma

Durante la noche
suena la alarma de una fábrica
cercana a mi casa.
Mientras fumo,
me pregunto si será un error,
un robo
o algo exclusivo.





A mitad de la noche

Me levanto a mitad de la noche con mucha sed.
Mi viejo duerme, mis hermanos duermen.
Estoy desnudo en el medio del patio
y tengo la sensación de que las cosas no me reconocen.
Parece que detrás de mí nada hubiese concluido.
Pero estoy otra vez en el lugar donde nací.
El viaje del Salmón
en una época dura.
Pienso esto y abro la heladera:
un poco de luz desde las cosas
que se mantienen frías.





Improvisados

Estamos abrazados en una cama improvisada en el piso.
Tus ojos están cerrados; pero no sé si dormís.
Este es tu cuarto de soltera,
un lugar agradable, neutral.
Por la ventana suben los ruidos
de un día que empieza a moverse.
La ropa permanece arrugada, a un costado
ignorando la farsa de dar y recibir.





Un plástico transparente

Abrí la puerta y te estabas bañando.
Los vidrios empañados, el ruido del agua
detrás de las cortinas,
las cosas esenciales instaladas
fuera de la razón.
Me llamaste, acercaste la cara
y nos besamos a través del plástico
transparente: fue un instante.
Las parejas y las revistas literarias
duran casi siempre dos números.
Sin embargo, de a poco,
le fuimos ganado terreno al río:
días interminables en los que el caos
tomaba tu forma para envolverme mejor.








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