lunes, 14 de mayo de 2018

NÍSPEROS Y SERBAS/ 1 poema de d.h. lawrence










te amo, podrida,
deliciosa podredumbre.

me encanta succionarte de tus pieles
tan parda y suave y blanda,
tan morbosa, al decir de los italianos.

qué raro, poderoso, nostálgico sabor
expulsa tu caída en las etapas de la putrefacción:
secuencia dentro de otra secuencia.

con gusto a vino moscatel de syracusa
o al vulgar marsala.

aunque la palabra marsala suene pomposa
en el sigiloso oeste

¿qué es?
¿qué es, en la uva que se vuelve pasa,
en el níspero, en la serba,
en el pellejo pardo y mórbido,
en los excrementos del otoño,
lo que nos evoca a los dioses blancos?

dioses desnudos como nueces blancas.
con la extraña y media siniestra fragancia de la carne
como si sudaran,
empapadas de misterio.

serbas, nísperos de coronas muertas.

digo, maravillosas son las experiencias infernales
órficas, delicadas
dionisos del inframundo.

un beso y el espasmo intenso del adiós,
el orgasmo de la ruptura,
luego el húmedo camino a solas, hasta la próxima curva.
y allí, otra compañía, otra despedida, otra desunión,
otro lamento más aislado,
otro envenenamiento por soledad, entre las hojas caídas y escarchadas.

bajo por las extraños senderos del infierno, cada vez más solo,
las fibras del corazón se separan una tras otra
y así y todo, el alma sigue, a pies descalzos, cada vez más encarnada, más real
como una llama refulgente que empalidece
en una oscuridad que se hace más honda
cada vez más exquisita, más destilada

entonces, el alma destilada del infierno
en los exóticos alambiques de nísperos y serbas.
el hedor exquisito de la despedida.
         jamque vale!
orfeo y los senderos sinuosos y callados del infierno, cubiertos de hojas.

cada alma parte de su propio aislamiento,
la más rara de todas las raras compañías
y la mejor

nísperos, serbas
más que dulces
flujos del otoño
succionadas sus vejigas vacías
y sorbidas, quizás, con un trago de marsala
la uva cae y divaga por el cielo
acopla su música a la tuya,
adiós órfico, y adiós, y adiós
y el ego sum de dionisos
el sono io de la embriaguez perfecta
intoxicado en la última soledad.








(versión mía)

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