IV
Yo
creo —Öschla no, jamás lo creerá así—
que
uno de los nazis nos salvó. Fue un gesto imperceptible.
Lo
único que logro recordar, como lánguido fulgor,
es
su cara de payaso: la nariz pronunciada de un rojo irritado,
—alcohólico,
tal vez—; los surcos de su frente y mejillas,
hondísimos,
como verdaderas trincheras; sus ojos cristales,
de
un verde empantanado; las cejas cortas, pero tupidas y,
a
pesar del casquete musgoso, su prominente calvicie.
Recuerdo
que su nombre era Heinrich, o Hollenritz.
Fue
al único que escuché reír con real intensidad,
sin
resquemor. Lo que me produjo a la vez reconocimiento
y
terror. Una risa demoniaca y delicada. Un payaso maltratado.
Nota: "Los años de la demolición" es una obra ya acabada. Espera su oportunidad de publicación. No puedo aventurarme a descubrir de lo que trata, o si se trata de un poemario más que de una novela, o vice. Prontamente estará en vuestras manos.
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