había un animal extraño
un cetáceo en forma de flor,
o girasol, gigante
rosa
húmedo
alguien me enseñaba
sus partes: alma gelatinosa,
tallo o centolla y hojas
el ser respiraba por el centro,
por un orificio similar a un ano,
húmedo como una vagina en éxtasis
nos comíamos el cetáceo a las brasas de un pino
no recuerdo el sabor ni el olor, sí que los restos
los maceraba con sal y los ponía junto al fuego
para ahumarlos
mientras el humo me llegaba a la cara
la escuché decir: esta güeá da cáncer[1]
[1]Anotación
al margen: ¿Qué
diferencia sustancial existe entre esta escena y un sueño? Los ojos son
pinceles, pero en el sueño no hay ojos. ¿Dónde se desarrollan los sueños? ¿En
algún intersticio del cerebro? Como si se hallase instalado en ese lugar un set
cinematográfico, en donde un director-guionista que conoce todos tus secretos
–incluso aquellos que aún no existen- está pronto, en alguna de estas noches
blancas, a exhibir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario