jueves, 15 de junio de 2017

ESTOY EN LA CASA DE LA MUERTE AHORA/ 1 poema de Paul Hoover









A PARTIR DE JAMES M. CAIN


El tenor arrugado
parpadea. El cartel
dice COMER —jugo

neón azul en
un fondo negro
oscurecido por sombras

que brillan y
dañan—. Quizás estás
ahí, quizás no,

subiendo desde Texas
con pensamientos acuáticos
embalados en una

caja verde de
sombreros. Los árboles
en el Twin

Oaks Diner agitándose
con acostumbrada pasión.
Un lago rodeado

por cortinas azules.
Muérdeme, Frank, dice
ella. Mientras la

carretera se empina,
ellos caen revoloteándose
en sangre. El

héroe de aluminio
suéñase volando sobre
pinos. Oh, aldea

absorbida en sombra,
el loco rey
rubio está conduciendo

Taxi Amarillo de
Laguna Beach a
El cerrito. Sucede

todos los días.
Sobre agua turbia
los destruidos dioses

de la superficie
todavía se sostienen
como la metafísica

a viejas cronologías
donde la rabia
puede cobrar importancia

repentinamente. El lago
se agita dos
veces pero sólo

apenas se desborda.
La sangre absorbe
aún más lento,
aliviándose mientras se
seca. El propio
concepto de dimensión

resulta desafiado entonces.
El cerco tiende
límites, rompe círculos

lineales congelados como
una cuerda. Algo
siempre sucede; alguien

cuenta aproximadamente aquello
que hubiéramos adivinado.
La trama sangrienta

de Rob Roy
derrota el mal
decadente. Hojas cubren

el muro restringiendo
a otros mundos
y caen en

pedazos allí. Ojos
tan azules como
zapatos de muñeca,

ella cuenta la
versión fílmica pero
se inflama, frena,

espera mientras Frank
mata a Nick.
Un corte o
Surco cubierto de
helechos cae violentamente
a la oscuridad

como la última  
nota que escribió
Nick. Cada frase

Corta es levemente
elegíaca como la
manera borrascosa de

la muerte, sin
aliento por ahora,
maneja con ambos

pies al infinito
y la cena;
donde, después de

caer Oakland, ella
yace silenciosa en
la cama, blancos

labios preñados. Las
historias necesitan un
calor trastocado con

trazos de homicidio.
Escuchado por casualidad
en el hogar:

estoy en la
casa de la
muerte ahora, el
primo de las historias encadenado a
la verdad y

el sueño, vinculando
método y comprensión
en la sintaxis

de cartas de
amor siempre más
distanciadas. Esto se

llama ficción en
el jardín nocturno
de la madre

bañado de sol.
Después de morir
Cora, todo se acaba

en nada. Se
escuchan ángeles llorando
cada quinta frase.





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