Es cosa averiguada que a la gente seria le revientan los poetas de vanguardia. No entiende su poesía y, lo que es peor, no entiende las explicaciones con que intentan justificar la nueva estética los escasos iniciados.
Cierto es también que las explicaciones son casi más confusas que los versos, como puede observarse por los siguientes párrafos de Volodia Teitelboim, joven poeta, autor de una "Antología" valorizada con sus propias obras. "El arte -dice- cimera expresional de la infla estructura económica, a donde asciende tras múltiples procesos sublimatorios, con analogía a las demás manifestaciones de la vida colectiva, es simultánea al corazón del tiempo, dentro de cuyo espacio canta, a modo de reloj, su latido existencial".
Y para mayor claridad agrega: "Auténtico artista -humano singular en función de voz plural- sólo es el ser naturalmente dueño de una energía hipersensible, eufórica, esforzándose hasta la identidad cenitaria en el clima temporal".
Claro está que después de la exposición de principios de este "humano singular", el lector echa al diablo la nueva escuela, el libro, el poeta, el editor y hasta el tipógrafo que ha cooperado a divulgarla.
Sin embargo, si se mira con más calma y, del principio abstracto, se desciende a lo que podríamos llamar "la mecánica" de la poesía vanguardista, se ve que ella es relativamente sencilla. Ni siquiera se requiere aquella aguja de navegar cultos, con que Quevedo pretendía orientar a los náufragos del gongorismo, ni la clásica receta:
"Quien quisiera ser culto en un solo día
La jeri -aprenderá- gonza siguiente…"
La nueva jerigonza, exige solamente, junto con el olvido total de la gramática y de la lógica más elemental, la adopción del adjetivo que menos corresponda al sujeto.
Así conviene decir:
La "tibia" nieve, y la "mullida" piedra.
La "oscura" luz, y el "perfumado" chingue.
Ahora bien: si se trata de un elefante, habrá que escribir:
El romo y grácil pájaro que el circo
Presta verdor de yermo populoso.
De este modo, como el paquidermo no es pájaro, ni grácil, ni mucho menos romo, ni verde, nadie entenderá de lo que se trata y el lector quedará en plena libertad para imaginar lo que quiera. Si tiene propensión a lo fantástico puede que, con estos elementos logre componer un monstruo que lo satisfaga y encuentre, por lo tanto, que el poema tiene una enorme fuerza descriptiva.
No hay que olvidar que -dentro del concepto de "la nueva sensibilidad"-, la poesía debe ponerla el lector y no el poeta.
Sin duda, que la situación es muy cómoda para éste, pues, no tiene que gastar ningún talento: le basta con hilvanar palabras sin sentido.
Pero ¡ay! del infeliz que tiene que descifrar el logogrifo.
Hasta hace algunos años, cuando sólo se trataba de buscar nuevas metáforas, el rompecabezas era soportable. Si a uno se le hablaba, siguiendo el ejemplo anterior, del "colmilludo bombero africano", de la "ducha" aplastante del zoológico, o de la "regadera equilibrista y selvática", podía caer en cuenta de que aquello debía ser un elefante, guiándose por los adjetivos; pero ahora el sutil hilo de Ariadna se ha cortado. El disparatario de Quevedo, tan útil para interpretar el lenguaje de las damas culteranas que llamaban, "llegó" al vino y decían al dentista "Empiédrame la habla, que tengo la voz sin hueso" o al peluquero que había que teñirles el cabello: "Peléame esos siglos cándidos y oscuréceme esas albas", no sirve ahora de nada.
La interpretación del pensamiento poético queda confiada por entero a la adivinación de los lectores.
No le basta, sin embargo, a los vanguardistas en su afán de oscuridad, con prescindir de la razón y adjetivar a la ventura. Como al alemán del cuento que preguntaba a sus lectores: "Qué será un ave que tiene cuerpo de gallina, ojos de gallina, cabeza de gallina, que pone huevos y que además habla -esto lo pongo paga haceglo más difícil- los nuevos poetas para hacer la adivinanza más difícil, han descubierto el trastueque de los cinco sentidos; las sensaciones auditivas se perciben, según ellos, por los ojos; se gusta con las orejas; se mira con la lengua y se palpa con la vista. Con toda naturalidad escriben, por ejemplo:
Masco el silencio verde
De la luz aromática
Grávida de sonidos
Con sabor a miradas.
Ahora bien; si a esta intríngulis sensitiva, se agrega una ausencia completa de sentido común: vr. gr. "se abre una tumba y se ve el mar", "las campanas andan en ómnibus por el aire", "los peces aúllan jugando ajedrez", etc., se tendrá el cuadro clínico de la nueva lírica.
Hace poco cayó en mis manos una oda de Pablo Neruda a Federico García Lorca, que contenía datos sumamente interesantes relacionados con el colorido de los establecimientos sanitarios. Reuní a tres médicos amigos y les hice la siguiente pregunta: -¿Por qué pintan de azul los hospitales?
Los tres estuvieron de acuerdo en que no era costumbre pintar de azul los hospitales; pero que, en caso de hacerlo, ello debía ser por las moscas.
-¿Están ustedes bien seguros?
-Sí, hombre: por las moscas.
-Se equivocan - les dije- es por García Lorca.
Abrieron tamaños ojos. Entonces, sacando del bolsillo la poesía de Neruda, se las día a leer:
Porque por ti pintan de azul los hospitales
Y creen las escuelas y los barrios marítimos
Y se pueblan de plumas los ángeles heridos
Y se cubren de escamas los pescados nupciales
Y van volando al cielo los erizos.
Ni aún así los médicos se convencieron. Antes que dar su brazo a torcer, prefirieron emitir un diagnóstico muy poco tranquilizador sobre el estado mental del poeta. Y, sin embargo, este es uno de los más destacados con que cuenta el país.
No cabe duda de que la poesía de vanguardia es más fácil de escribir que de entender. De ahí que la admiración que antes se tributaba a los poetas, haya hoy que reservarla íntegramente a los lectores.
30 de noviembre de 1935
Extraído de: Humo de Pipa (artículos selectos), Editorial del Pacífico. Santiago, 1955.
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