La
novela, quiero decir, la novela post-burguesa, que para el caso también podría denominarse
post-realista, se aleja del conflicto entre el héroe y el mundo que planteaba György
Lukács en su Theory of the Novel, para
cobijarse en un conflicto no menos real, pero sí casi estrictamente literario
entre la forma y el contenido. A partir de Joyce el arco se tensa
irrevocablemente; además del interés de cómo contar, también se avecina la idea
de una novela pluridimensional, que permite todo y que no queda ajena a nada.
Los poemas que incrusta Pasternak en el Doctor
Zhivago, los desvaríos ensayísticos en la prosa de Musil, la predominancia
del estilo en la novelística de Faulkner, son los antecedentes claros de una
mutación de la novela como forma literaria, lo que lleva inevitablemente de la
mano la transformación de sus contenidos. Se ha dado el mal entendido de
confundir esta etapa post-burguesa de la novela con un estadio postmoderno de
la misma, sustentada por la teoría de la muerte de los relatos de Lyotard, que
a mi modo de ver no tiene ni pies ni cabeza. La mutación de los contenidos no
constituye la muerte de los mismos, ni modo; sí, tal vez, una disminución del
ámbito, o de la extensión, de lo que tradicionalmente se entendía por narración;
a saberse: la introducción, el desarrollo y el desenlace; la presentación, el
conflicto, el desarrollo y la conclusión.
Ahora se ha instaurado el impulso narrativo en los acontecimientos nimios y
domésticos del ser vivo de clase media, que, dicho sea de paso, es el nuevo
estatuto del escritor promedio; ya no existen las clases burguesas ni los
proletarios escribiendo sobre sus medios ambientes y sus preocupaciones (la
supervivencia en el caso proletario, o las dudas metafísicas de las clases
acomodadas.) Ahora, más bien, se escribe desde la ociosidad misma —si se
quiere— o se deja en evidencia la despreocupación ciudadana sobre temas
estructuralmente contingentes relatando hechos tan diminutos como la forma en
que el personaje se lava los dientes, o los procesos que sigue un individuo
para quedar en estado de ebriedad, o la descripción minuciosa de los actos sexuales.
No quiero generalizar ninguneando la posición ética del escritor en cuanto al
contexto histórico que lo cobija. No obstante, no me parece que enunciar una
posición política sea la manera más efectiva —en literatura— de persuadir a los
lectores, es más, me parece ingenuo y efectista; la literatura no es un medio
de panfletaduría, ni el espacio preciso para hacer práctica política, de ser
así se trataría de un descontexto brutal. Sin ir más lejos, por poner un caso
paradigmático, Maxim Gorki; en las novelas de Gorki el tema de la lucha de
clases figura y a ratos configura el hilo de la narración, pero no estrictamente
por ello se siguen hoy en día leyendo, sino más bien, de nuevo, por el modo en
que están contadas. Volvemos a lo que mencionaba en un comienzo: el actual
conflicto entre el contenido y la forma. Para este caso Gorki triunfa en la forma,
y no en el fondo; se sabe que como político Gorki dejó mucho que desear, y que
incluso siendo miembro del régimen estalinista siguió sin reparos las políticas
más infames de la Unión Soviética. Me gustaría complementar esto que digo con
una máxima de un colega argentino, Juan José Saer, que en un lindísimo volumen de
ensayos sobre la ficción menciona lo siguiente: La obra de un escritor no debe definirse por sus intenciones sino por sus
resultados. Y más abajo, agrega: El trabajo
de un escritor no puede definirse de antemano. Aun en el caso de que el
escritor parezca perfectamente identificado su obra será modificada, en primer
lugar en la escritura y después en las lecturas sucesivas. Me parece que
aquí está el núcleo de lo que intento señalar, las formas en que se presenta el
material constituyen parte predominante de la obra, pero no por ello el
contenido pasa a ser secundario. No es posible desligarlos, están imbricados.
Al constituir esta dialéctica como un conflicto, lo hago en su sentido positivo,
productivo; debe ser parte activa del oficio de escritor, y en la medida en que
ésta relación es manejada de manera consciente, indefectiblemente se
vislumbrará en las expresiones placenteras de sus respectivos lectores.
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