domingo, 25 de octubre de 2015

LA FORMA Y EL FONDO/ Fragmento de una Conferencia Ficticia







            La novela, quiero decir, la novela post-burguesa, que para el caso también podría denominarse post-realista, se aleja del conflicto entre el héroe y el mundo que planteaba György Lukács en su Theory of the Novel, para cobijarse en un conflicto no menos real, pero sí casi estrictamente literario entre la forma y el contenido. A partir de Joyce el arco se tensa irrevocablemente; además del interés de cómo contar, también se avecina la idea de una novela pluridimensional, que permite todo y que no queda ajena a nada. Los poemas que incrusta Pasternak en el Doctor Zhivago, los desvaríos ensayísticos en la prosa de Musil, la predominancia del estilo en la novelística de Faulkner, son los antecedentes claros de una mutación de la novela como forma literaria, lo que lleva inevitablemente de la mano la transformación de sus contenidos. Se ha dado el mal entendido de confundir esta etapa post-burguesa de la novela con un estadio postmoderno de la misma, sustentada por la teoría de la muerte de los relatos de Lyotard, que a mi modo de ver no tiene ni pies ni cabeza. La mutación de los contenidos no constituye la muerte de los mismos, ni modo; sí, tal vez, una disminución del ámbito, o de la extensión, de lo que tradicionalmente se entendía por narración; a saberse: la introducción, el desarrollo y el desenlace; la presentación, el conflicto,  el desarrollo y la conclusión. Ahora se ha instaurado el impulso narrativo en los acontecimientos nimios y domésticos del ser vivo de clase media, que, dicho sea de paso, es el nuevo estatuto del escritor promedio; ya no existen las clases burguesas ni los proletarios escribiendo sobre sus medios ambientes y sus preocupaciones (la supervivencia en el caso proletario, o las dudas metafísicas de las clases acomodadas.) Ahora, más bien, se escribe desde la ociosidad misma —si se quiere— o se deja en evidencia la despreocupación ciudadana sobre temas estructuralmente contingentes relatando hechos tan diminutos como la forma en que el personaje se lava los dientes, o los procesos que sigue un individuo para quedar en estado de ebriedad, o la descripción minuciosa de los actos sexuales. No quiero generalizar ninguneando la posición ética del escritor en cuanto al contexto histórico que lo cobija. No obstante, no me parece que enunciar una posición política sea la manera más efectiva —en literatura— de persuadir a los lectores, es más, me parece ingenuo y efectista; la literatura no es un medio de panfletaduría, ni el espacio preciso para hacer práctica política, de ser así se trataría de un descontexto brutal. Sin ir más lejos, por poner un caso paradigmático, Maxim Gorki; en las novelas de Gorki el tema de la lucha de clases figura y a ratos configura el hilo de la narración, pero no estrictamente por ello se siguen hoy en día leyendo, sino más bien, de nuevo, por el modo en que están contadas. Volvemos a lo que mencionaba en un comienzo: el actual conflicto entre el contenido y la forma. Para este caso Gorki triunfa en la forma, y no en el fondo; se sabe que como político Gorki dejó mucho que desear, y que incluso siendo miembro del régimen estalinista siguió sin reparos las políticas más infames de la Unión Soviética. Me gustaría complementar esto que digo con una máxima de un colega argentino, Juan José Saer, que en un lindísimo volumen de ensayos sobre la ficción menciona lo siguiente: La obra de un escritor no debe definirse por sus intenciones sino por sus resultados. Y más abajo, agrega: El trabajo de un escritor no puede definirse de antemano. Aun en el caso de que el escritor parezca perfectamente identificado su obra será modificada, en primer lugar en la escritura y después en las lecturas sucesivas. Me parece que aquí está el núcleo de lo que intento señalar, las formas en que se presenta el material constituyen parte predominante de la obra, pero no por ello el contenido pasa a ser secundario. No es posible desligarlos, están imbricados. Al constituir esta dialéctica como un conflicto, lo hago en su sentido positivo, productivo; debe ser parte activa del oficio de escritor, y en la medida en que ésta relación es manejada de manera consciente, indefectiblemente se vislumbrará en las expresiones placenteras de sus respectivos lectores.




No hay comentarios:

Publicar un comentario