Escritura de conferencia. El expositor
toca un tema, uno escribe totalmente otro. El sitio es enorme, y la voz reverbera.
La presentadora ya se ha mandado dos o tres condoros. La primera expositora
acaba de terminar de leer una jerigonza academicista que ha hecho caer en el sopor a tres
cuartas partes del público. Ahora lee el otro. Se parece un kilo a Ernesto Cardenal,
aunque pasado de peso. Su lectura es afectada, por momentos lírica. Tiene estilo.
Se ha dignado, me parece, a leer en voz alta sus textos previamente a
compartirlos, ejercitando así su empatía con nosotros, sus escuchas.
Característica que la primera expositora, se entiende, carece por completo. Si
el texto está destinado a comunicar, ¿qué impulso obsceno fomenta la escritura
que expulsa de entrada a sus lectores, como exigiéndoles papeles de admisión, o
como un aduanero furioso haría negándole en seco la entrada a los extranjeros?
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