Esto acabo de aprender: fueron muchachos
(jóvenes, se entiende) quienes se reunieron en la primera y única asamblea constituyente, no aquí en Santiago sino en Valparaíso, allá por el mil
ochocientos veinte o treinta, para redactar la que sería la primera
constitución política liberal del Estado chileno. Portales, desde Santiago
(Valparaíso en aquellos años era lejos), respondió con una
cacería sangrienta que mató a más de la mitad de esta muchachada maravillosa, transformando
definitivamente a este Estado, liberal y republicano, recién parido, en una especie
de roca inamovible que sigue hasta nuestros días produciendo nada, y mediándolo
todo, y para colmo, en nombre de la patria. Debe tener uno en cuenta este
episodio, dice el profesor Salazar, antes de reflexionar sobre
aquella otra muchachada maravillosa asesinada en los setenta por Pinochet. Ni
quiero pensar cuál será (o es) la tercera.
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