lunes, 23 de noviembre de 2015

EJERCICIOS DE ADMIRACIÓN/ Homenaje a Ennio Moltedo










Lira, sin anunciarse previamente, como lo aconseja la convención, golpeó la puerta de mi altillo en la calle General Salvo, una tarde de tempestuosa memoria, con una sorpresa: su ejemplar de mi novela La orquesta de cristal corregida, más bien reeditada por él. Para operar con mayor comodidad había desencuadernado La orquesta, haciéndole poner un lomo de espiral de plástico; así le sumó páginas en blanco que se inundaron de las enmiendas, inserciones o eliminaciones y sustituciones, a que había sometido mi novela, a partir de un solvente trabajo de corrector.


Enrique Lihn





   Pedantería, incluso insolencia; pero escribir encima de obras ajenas (de obras que uno admira, precisemos) es a mi modo de ver una forma de la veneración, o una especie de ofrenda que se devuelve en correspondencia al goce provisto por ese otro que sigues disimuladamente, o a veces, con indiscreto fanatismo. Sea como sea, nadie (al menos que sea un ocioso ejemplar) se da el tiempo de trabajar encima de una obra que detesta. No ha sido el caso del engordamiento de las obras de Borges, ni de las infinitas nuevas versiones del Quijote (la última de Trapiello se ve buenísima.) No es en modo alguno, tampoco, una meada echada en territorio de otro, ni un rayado sobre grafiti ajeno (que en el código urbano implica bronca). El epígrafe de Lihn a todo esto es, sin duda, un ejemplo mucho más que esclarecedor, pues es la víctima quien habla.
   La manipulación del material ajeno ha venido siendo, en fin, la tarea del traductor, la tarea del lector atento, la tarea del principiante, que escribe sobre lo escrito para ver su reflejo, para conocerse, para envalentonarse; pues las obras desnudas de un escribiente son tan crudas que da pavor contemplarlas: polluelos sin piel, puros nervios susceptibles a las tempestades del viento y del hambre.  
    Hice la prueba, y se verá que el grandísimo Ennio Moltedo no se ve perturbado. 
   Maria Kodama denunció a los dos escritores que hicieron ejercicios con la obra de Borges, Pablo Katchadjian por el Aleph engordado, y Agustín Fernández Mallo por El Hacedor (de Borges), remake; de cuya calidad puedo dudar no sin razón, pero de cuyo gesto no quedo exento. Beatriz Sarlo salió en defensa de los querubines. Mencionó el plagio, los ejercicios, los juegos, y aclaró lo que todo ser con un mínimo de sentido común sabe: frente a la evidencia, frente a la obsequiosa intención de estos autores no hay más que devoción y ganas de hacer otro tipo de literatura. Kodama, como se sabe, en ambos casos se largó con la cola entre las piernas. ¡Pues es que así más y más ganas dan de seguir plagiando!



***








LEE HARVEY OSWALD


  

La Historia Nacional de Norteamérica:
una película, un film noir rodado por David Lynch
en los espesos suburbios del Bronx.                   La historia
de un muchacho pobre y esquizoide,
y el mercado negro; fusiles importados desde La Habana.






Post-scriptum:

El modelo viene armado, Oswald (y a cuantos pretendan asesinar a un presidente).

No sólo ha significado un triunfo para la Visión –aviva los colores-, un muestrario de nuevas funciones, nombres y materiales en vitrinas, una ilusión de hábitos para recién nacidos, llegados, caídos, sino Oswald (y a todos los que deseen colgarse y dar prueba), el modelo también expresa su contrasentido o cuota de exterminio y nosotros -¿por suerte?- recién vamos acercándonos a los televisores y las grandes cifras giran y crecen sobre rodillos y papel cuadriculado.

A veces el crimen, Oswald, parece una bendición.



***





Esta autoridad es grosera.
A toda hora, aunque no venga
a cuento, en el lugar menos
apropiado repite siempre lo
mismo: dólares.

La cifra: hija mortal
no cae en cuenta.
Ridícula, amorfa:
revolotea sus ojos delirantes
en nuestras narices!!
Y las ráfagas de aviones
comerciales, American
Airlines, nos dan cuenta
de que es tarde;
de que se lo han
llevado todo.



***






   ¿Ha visto usted, entre las nubes, caer bombas?
   ¿Qué cosa?
   Entre los muebles



***







Y ahora puedes irte a N.Y., con todo y nada; llorando.


***





Ennio Moltedo (1931-2012, Viña del Mar) es uno de los más grandes y silentes poetas de la generación de los 50´. Articulista prolijo y fructífero, se destacó como redactor y editor de la editorial de la Universidad de Valparaíso. Es reconocida su poesía en forma de prosa, llena de inteligencia y contingencia. Entre sus obras más destacadas encontramos Nunca (1962), Concreto azul (1967), Día a día (1990), Regreso al mar (1994) y La noche (1999).








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